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Gran Teatre del Liceu, Barcelona./ (P. V.)

El máximo representante de la chanson francesa a sus 93 años emociona al público del Liceu con sus grandes éxitos.

Se avisó que durante la tarde Charles Aznavour había sufrido un pinzamiento muscular, pero que pese al contratiempo había decidido cantar nuevamente en el Gran Teatre del Liceu.

La salida de Aznavour (París, 1924) fuera de Francia fue para actuar en el Emporium de Barcelona en los años 50; lo recordó en su regreso a la capital catalana, donde estuvo en 2014 y 2016. Próximo a cumplir 94 años ─su aniversario es el 22 de mayo─, se le considera el embajador de la chanson por todo el mundo. Es el máximo representante de una generación de músicos que tuvo su edad de oro en la década de los años 60 junto con Jacques Brel, George Brassens, Léo Ferré, Serge Gainsbourg, Gerorges Moustaki,…

No cantar, o morir

Charles Aznavour salió al escenario del Liceu andando despacio mientras lo recibían con un gran aplauso de bienvenida. Se explicó en francés de manera cómica para decir que tras el incidente de salud: “hay dos opciones: una, no cantar, y la otra, morir en el escenario”.

Inició el concierto con “Les émigrants” ─como ya hizo en su anterior visita en los Jardines de Pedralbes, en junio de 2016─, una forma de recordar a su familia de origen armenio ─su nombre real es Shahnourh Varinag Aznavourián Baghdassarian─, y la emigración forzada por el genocidio de comienzos de siglo XX y que segó la vida de más de un millón de armenios. Una canción necesaria por la situación que se vive en el Mediterráneo ─miles de personas huyendo de la guerra en Siria─ y en Europa donde no son bien acogidos.

No exento de humor comenzó a cantar haciendo que su pianista le ayudase a coger el tono. Y es que el cantante francés no destacó en sus inicios por su poderío vocal, entonces no faltaron las críticas donde pidieron que no se le dejase salir al escenario a personas con pocas facultades. Ahora, ya nonagenario sus facultades no son las de los años de máximo esplendor, lo sabe y comparte con sus seguidores una merma que supera con un oficio bien aprendido, su pasmosa capacidad para transmitir emociones y la dramatización en cada interpretación.

Traje negro, tirantes y calcetines rojos

Sobre el escenario, vestido con un impecable traje negro, había dispuesta una butaca alta en la que Aznavour se apoyó para seguir haciendo un repertorio nutrido de sus grandes éxitos desde “Mourir d´aimer”, “Désormais”,…

Dijo que le gustaba cantar en español ─ha grabado en cinco idiomas su repertorio─, y que contó con la traducción de Rafael de León. Hizo “Te espero”, luego llegaron “Nuestra juventud”, “¿Quién?”, “Apaga la luz” y “Venecia sin ti”.

Nuevamente con sorna, preguntó al patio de butacas si había alguien de más edad que él, en una muestra de genialidad, tesón y aptitud. Despojado de la chaqueta dejó a la vista sus característicos tirantes, y calcetines, rojos, para hace piezas que forman parte de la banda sonora de varias generaciones, desde “La mamma”, “Hier encoré” y “La Bohème” que finalizó arrojando su pañuelo blanco sobre el escenario como símbolo de una juventud perdida.

Aznavour enfatiza las palabras con movimientos, puños cerrados y miradas calculadas que rubrican sus letras. Recordó sus comienzos, primero hizo teatro y luego sin saber bien cómo comenzó a cantar. En los años 40 comenzó con el pianista Pierre Roche en un encuentro que sería crucial; luego fue acogido por Édith Piaf durante algunos años en su casa y para la que compuso. Su primer éxito llegó en 1953 con “Sur ma vie” en el parisino Olympia.

En el octeto que le acompaña, como corista está su hija Katia, con ella hizo a dúo “Je voyage”. Pero uno de los momentos álgidos de la noche de la noche fue con “Les plaisirs demodés”: dijo que normalmente en ese momento del concierto baila más que canta, pero en esta situación…, difícilmente. Una vez más se sobrepuso, y dio unos pasos de baile apoyando la mano sobre su propio hombro consiguiendo lo imposible, y arrebatando el alma al auditorio que estalló en un sonoro aplauso.

Se despidió con “Emmenez-moi”: “Je fuirais laissant là mon passé / Sans aucun remords / Sans bagage et le cœur libéré / En chantant très fort” (Huiré dejando mi pasado / Sin ningún remordimiento / Sin equipaje y el corazón liberado /Cantando muy fuerte).

Ayudado de un bastón caminó hacia la salida del escenario, sonriendo, despidiéndose de un público en pie que le brindaba un emocionante aplauso. Salió a saludar, pero no hubo bis.

El recital de Charles Aznavour fue un generoso acto de amor, se entregó a sus seguidores en una noche especial. Un concierto en Barcelona que no sabemos si será irrepetible, pero sí afirmar que una inmensa emoción atrapó al público que llenó las butacas del auditorio. Merci beaucoup monsier Aznavour!

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