Budapest fue la ciudad en la que se fundó la banda Besh o Drom hace más de dos décadas, en 1999 dice su ficha de servicios; rápidamente el público recibió con entusiasmo su propuesta musical basada en los irresistibles ritmos balcánicos pero ellos que mixturaban con otras influencias. Desde hace veinticinco años recorren los escenarios de todo el mundo ofreciendo un cóctel sonoro donde fusionan cadencias trepidantes, melodías seductoras, y virtuosismo instrumental descomunal. Siempre son recibidos con entusiasmo, alegría y bailes. La denominación del grupo recogía la tendencia del momento para la música gitana, donde otros grupos incluían el término “Drom”, en dialecto romance, como Latcho Drom, Ando Drom o Romano Drom. El juego de palabras podría interpretarse como un asiento en la carretera sobre un tren rodante. Tiene todo el sentido puesto que “este nombre refleja el espíritu bohemio y soñador que animaba a la juventud de la época, marcada por una música balcánica omnipresente y el sueño de una Unión Europea abierta a Oriente”, tal y como se ha explicado en algunos textos publicados sobre la banda. Así, a la tradición gitana, cantos húngaros o ritmos balcánicos amalgaman influencias de Oriente, rock e incluso hip-hop, el grupo experimenta más allá de lo evidente, por ejemplo en este álbum llegan a cantar en esperanto. Son una referencia en la música de los Balcanes y la música de Europa del Este, una festiva llamada a la diversidad, el encuentro y el intercambio cultural más allá de las fronteras políticas para crear desde la tradición sin dejar de innovar, “La tradición no es conservar las cenizas, sino transmitir el fuego”, sentencian. Nada más que añadir.