El flamenco está en un momento excepcional. Tiene unos cimientos sólidos por la fuerza de los grandes nombres que ha dado el género a lo largo de su historia (La Niña de los Peines, Antonio Mairena,…), como por los contemporáneos (Camarón, Enrique Morente, Paco de Lucía…), y el futuro alentador de los nuevos nombres que surgen… Dani de Morón forma parte de esa nueva una generación de guitarristas (como los hay otras facetas, en el cante desde Arcángel a Rocío Márquez, en el baile también con Rocío Molina e Israel Galván por solo citar unos pocos ejemplos sobresalientes entre el resto) que está desarrollando una carrera de gran proyección. Nada en el disco es casual, banal ni superfluo, y mucho menos el enigmático título con el que remite tanto a un número que ha jugado un papel en la vida del instrumentista, pero también los gramos que dicen pesa el alma. Daniel López Vicente nació en Sevilla (1981) pero ha sido Morón de la Frontera ─con la figura de Diego del Gastor como máximo representante de su toque─ donde ha vivido con su familia, aprendió y se rodó a para luego profesionalmente comenzar su camino en la sevillana Academia de Matilde Coral. Acompañando al baile y al toque, una formación contínua, junto a la compañía de Antonio Canales, Javier Latorre, Manuela Carrasco… Pero el maestro de Algeciras le dio el impulso definitivo a su carrera, acompañándolo en la gira “Cositas buenas”. Y con su tercer álbum en solitario ─“Cambio de sentido” (2012) y “El sonido de mi libertad” (2015)─ ha hecho historia, ha grabado la primera “ontolgía del toque para el cante” y así lo define José Manuel Gamboa en el espléndido texto que introduce los números, un amplio abanico de palos para los que ha llamado a los cantaores/as más indicados en cada caso: El Pele, Miguel Poveda, Duquende, Estrella Morente, Jesús Méndez, Rocío Márquez, Arcángel, Pitingo, Marina Heredia, Antonio Reyes y Esperanza Fernández. Una nómina de amigos, compañeros y artistas del máximo prestigio, para acompañarlos por soleá, guajira, seguiriya, fandangos, tientos, tangos, bulerías, malagueñas, abandolaos, bulería por solea y cantiñas. El número que cierra el álbum, una granaína, permite escuchar al guitarrista en soledad, dando a las seis cuerdas el máximo protagonismo en cada una de las notas, vibraciones en el aire que dejan un sonido claro, jondo y de belleza deslumbrante. Un álbum de sonido apabullante, una panorámica flamenca que deja constancia del momento del Dani de Morón y un arte que lejos de agotarse no deja de sorprender.
DANI DE MORÓN
21
(Universal Music, 2018)
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