Lejos de simplificar las composiciones, un álbum de solo piano aquí significa que habrá de multiplicarse para hacer las veces de contrabajista y baterista, según el formato clásico de jazz. Aquí lo de piano solo, es una simplificación ya que Hiromi se comporta como una multiinstrumentista formalmente. Y no lo hace como un ejercicio de exhibición de su técnica prodigiosa (que tiene sobradamente), de una precisión certera (pulsación firme) y una expresividad que traspasa (hasta embriagar al oyente atento); se vuelca en la interpretación en un acto de entrega difícil de igualar. Hacía una década que no volvía a grabar en solo Hiromi Uehara (Hamamatsu, 1979), y cuando regresa a la soledad frente a las teclas blancas y negras la artista japonesa lo hace para ajustarse al concepto de colores que se conectan y expanden. Puede ser el efecto inverso de la sinestesia, una infrecuente situación neurológica no patológica de la percepción humana que asocia el sentido del oído al de la vista, por ejemplo como le ocurría a Vassily Kandinsky (1866–1944), el pionero de la vanguardia y del arte abstracto podía “percibir sonidos o partituras musicales con tonalidades diversas”, el pintor ruso lo denominaba “oído de colores”. Hiromi llega a este trabajo en plenas facultades, tiene una experiencia notable, entre otros ha colaborado con grandes referencias del jazz contemporáneo como Chick Corea, Stanley Clarke y Michel Camilo. De los temas que entrega “Kaleidoscocope” abre y deja claro que lo que sigue será algo de descomunal intensidad, aunque rápidamente se desliza por pacíficos meandros; alterna la navegación plácida con pasos complicados entre corrientes, unas sedosas travesías que dan paso a vertiginosos rápidos que controla y mantiene el tipo en todo momento. Hay versiones, claro, como “Blackbird”, “Rhapsody in blue” y “Blue Train”. Descomunal en la intensidad, y profundo en lo musical, en resumen maravilloso .
HIROMI
Spectrum
(Telarc/ Distrijazz, 2019)
www.distrijazz.com