Este álbum de King Ayibosa tiene un enfoque diferente a los anteriores trabajos del artista ghanés, como otros tantos proyectos la pandemia forzó el tener que grabar en diferentes continentes los nuevos temas, en estudios situados en África y Europa, y sin grandes invitados aunque sí participan músicos locales. Una crisis que ha sido una oportunidad para aportar nuevos matices a las composiciones que han ido creciendo tanto por los productores, especialmente Zea (The EX, una leyenda del post-punk) o lo que es lo mismo Arnold de Boer. Por un lado Francis Ayamga, que ya se encargó del trabajo anterior, “1000 Can Die“ (Glitterbeat, 2017), y conocedor de la escena local, hizo en Ghana una gran parte de las grabaciones en su estudio, ubicado cerca de la frontera con Burkina Faso. El otro estudio, el de Zea, está enclavado en un barrio underground del sur holandés donde se desarrolla proyectos alternativos, y donde ya grabó en el trabajo anterior. Canta en frafra, twi e inglés pidgin, para abordar temas incómodos para una sociedad occidental que denuncia está cada vez más enclaustrada. Personalidad arrolladora, ritmo trepidante de afro-pop futurista. Fascinante.