Fuerza, entrega sin límite y sabiduría flamenca son algunas de las buenas artes que atesora Montse Cortés, su arte jondo es torrencial y arrebatador. La cantaora gitana catalana, del barrio de La Mina de San Adriá de Besós acompañó por tarantas la guitarra del maestro Paco de Lucía hasta su prematura desaparición, en su cante grande está el mejor poso de todas las generaciones de cantaores, y cantaoras, que le precedieron desde La Niña de los Peines a La Paquera de Jerez. Pasó de los tablaos de Barcelona a la compañía de Antonio Canales –quien la descubrió y con quien permaneció un lustro–, una experiencia en los escenarios acompañando al baile que le llevó a grabar su primer álbum “Alabanza” (2000), y tardó cuatro en publicar el siguiente, “La rosa blanca” (2004) con la producción de Javier Limón. Pero también ha dejado muestra de su talento en soleás por bulerías en los disco “De la Zambra al Duende” de Juan Habichuela, en “Suena flamenco” de Miguel Poveda aportó una rumba y  en “Algo que Decir” con El Viejín donde mostró su lado más camaronero por palos como la soleá, fandangos y tangos. Otro de los aspectos nobles de Cortés es un gran sensibilidad, inteligencia y elegancia para elegir su repertorio para transitar, recuperar y poner en voz cantes no habituales. Y en este álbum hace memoria y hace un homenaje a aquellas cantaoras que aportaron su arte pero que no alcanzaron la notoriedad que merecieron. “La sombra no es sino donde la luz no alcanza; eterna, su antes y después” apunta en la carpeta del trabajo discográfico. Aquí el recuerdo emocionado para cantaoras de diferentes épocas y estilos, desde Mujeres como María Peña, Isabelita de Jerez, Mercé la Serneta o La Andondá, Paca Aguilera, La Tina de Las Grecas o Aurora Losada.

MONTSE CORTÉS
Flamencas en la sombra
(Universal Music, 2014)
www.universalmusic.es